sábado, 13 de abril de 2024

DE NUEVO, NO ES EL "AJUSTADOR" SINO EL "MODELADOR"

 




DIOS MODELÓ AL HOMBRE CON ARCILLA.... ÉL ES EL MODELADOR

El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo
«Cuando el Señor Dios hizo el cielo y la tierra, modeló al hombre con arcilla del suelo» (Gn 2, 4b. 7a). Les invito a que profundicemos en el simbolismo de estas palabras, y en la verdad teológica que ellas contienen. Dios “modela” al hombre con arcilla; es decir, con sus propias manos va dando forma a su creación predilecta: el ser humano.
Dios modela al hombre. Esta imagen trae a la memoria otra palabra de la Sagrada Escritura: «El Señor modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones» (cf. Salmo 32,15). Sí, Él modeló cada corazón, cada alma, cada persona.
Y si seguimos profundizando en esta imagen nos damos cuenta de que quien modela la arcilla trabaja con sus propias manos esta arcilla; toca la arcilla, la siente entre sus dedos y le va dando forma. Con paciencia, perseverancia y atención va moldeando la arcilla para dar forma a lo que lleva en su corazón. Dar forma significa dar figura, dar un determinado ser y con ello un hacer concorde al ser, un destino, una finalidad, un sentido.
En este relato de la Sagrada Escritura hay una invitación a mirar contemplativamente al ser humano, al hombre y a la mujer; y descubrir en ellos –en nosotros, en cada uno- la huella de Dios. Aquel que modela la arcilla deja en ella la impresión de sus dedos, su huella digital. ¿Cuáles son las huellas que Dios ha dejado en mi arcilla, en mi cuerpo de arena y mi alma de agua?
Dios deja sus huellas en nuestros anhelos más auténticos, sobre todo en el anhelo del amor verdadero. “Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.”
Si Dios ha dejado su huella en nuestros corazones y nos invita a descubrir esa imagen de sí que ha dejado en nosotros, entonces en el acto creador de Dios subyace también un proyecto de vida suyo para nosotros. Hay un proyecto de Dios, un plan, un anhelo, una bendición. (por Oscar Iván)

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