186:1.7 (1998.5) El que fuera embajador del reino del cielo en la tierra, caminaba ahora por las calles de Jerusalén, solo y abandonado. Su desesperación era total y absoluta. Así anduvo por la ciudad y fuera de sus muros, hasta descender a la terrible soledad del valle de Hinom, donde trepó por las rocas abruptas y, quitándose el cinto, ató un extremo a un pequeño árbol y el otro extremo alrededor del cuello, y se arrojó al precipicio. Antes de morir, el nudo que sus manos nerviosas habían atado se soltó, y el cuerpo del traidor SE REVENTÓ EN PEDAZOS al caer a las ásperas rocas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario