Cuando uno
analiza el desatino de la traducción literal para las Américas no solamente en
el sensible ámbito eugénico (con términos como “eliminar”, “degenerados”,
“inservibles”, “defectuosos”, “ineptos”, “inadecuados”, y un largo etc.) como
se demuestra por algunas entradas en este blog,
sino también en
la traducción en general, avalada por las más casi 900 entradas de este blog, y
las consecuencias ya poco enmendables que ha originado de la grave acusación de
nazismo por esta funesta traducción literal de algunos términos:
y lee cosas
como estas:
Año 1983
La Fundación de Urantia después
de recolectar fondos para la traducción al español escogió entre varias
compañías traductoras en Nueva York, a Euroamerican Company y se oficializó la
traducción organizada por la Fundación de Urantia. El grupo Colombiano
original, trabajo con empeño durante cinco o más años logrando hacer una parte
considerable de la traducción del libro, pero la Fundación de Urantia
determinó no hacer uso de esa traducción puesto que sólo debía hacerse dentro
de los Estados Unidos por seguridad legal. Una vez que la Fundación de
Urantia inició el proceso de selección del traductor, escogió a Douglas Fraser
promotor inicial en Colombia quien ha vivido en Houston y a Richard Prince
quienes trabajaron arduamente en calificar y controlar la fidelidad de
traducción de Euroamerican Company para que no se distorsionara la
interpretación de la traducción. Ellos integraron un comité con el presidente
de la Fundación de Urantia de esa época Martin Myers. Nosotros en Bogotá,
contribuimos en el proceso aportando conceptos sobre la traducción de
Euroamerican Company. Nos fueron consultadas las traducciones de muchas
palabras nuevas expresadas en El Libro de Urantia y las traducciones de algunos
documentos.
me llevan a esa
indignación monumental. ¿Cómo pudieron rechazar una traducción del libro hecha
por LECTORES de lengua hispana porque ponía en riesgo sus “derechos de autor”
y contratar a una compañía de traducción de Nueva York? Es una obviedad
decir que esa compañía tendría aun total desconocimiento del libro además de un
lógico desapego. Aquello era un negocio por el que cobraron 350.000 dólares,
del dinero de los lectores, me imagino.
Estos
traductores cometieron miles de errores y trastocaron las enseñanzas del
libro en muchos aspectos, pero especialmente en la parte ya de por sí más
controvertida como la mejora de las razas. Es decir, por salvaguardar sus
derechos de autor –algo no nuevo si uno lee la historia de la Fundación—
pusieron en peligro la revelación. Pero quizás lo peor es que ellos, sin
haberse asesorado, requirieron esa misma traducción literal:
La
primera publicación de una traducción al español del LU fue la de 1993. Esa
traducción fue realizada por una compañía de traductores profesionales ubicada
en Nueva York. La indicación que recibieron de la Fundación Urantia fue que
hicieran su trabajo lo más literal posible y fiel a la versión original
inglesa, es decir minimizando al máximo cualquier interpretación personal del
traductor.
Ya sabemos el
desatino que conlleva una traducción literal.
Douglas Fraser, a pesar de su voluntad, no pudo ayudar demasiado a la
calidad del libro porque no era nativo sino un norteamericano que hablaba
español y Seppo Kanerva que sin saber español pasó el corrector de
ortografía automático, mucho menos.
Aquí hay un enlace a la historia del libro en Colombia, de Carlos Zapata:
No niego que en la actualidad esté dando pasos positivos hacia el conocimiento del libro, pero la defensa a ultranza de la traducción de las Américas de ciertos sectores, pasada a muchos grupos que defienden a ciegas su nefasta literalidad, coarta el pleno desarrollo y alcance de las enseñanzas de la Revelación.
La traducción sevillana con algunos aciertos, pero no menos defectuosa en
muchos aspectos, realizada por una persona con escasos conocimientos de inglés,
merece un capitulo aparte...
En fin: una política de traducciones, movida por la protección del copyright, que nos ha llevado a lo que ya veis: no se puede confiar en las traducciones "oficiales", que tanto defienden algunas personas por, lamento decirlo, más que cierta ignorancia.
Un lector muy indignado.
Ángel F. Sánchez Escobar
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