viernes, 31 de agosto de 2012

ESCRITO 33: ¿QUÉ SERÁ EL SUPERGOBIERNO?





Este término se repite Muy a menudo en ambas traducciones...  ¿Qué querrá decir?


(372.8) 33:7.4 1. La administración del universo local se ocupa de la creación, la evolución, el mantenimiento y el ministerio. Por consiguiente, a los tribunales del universo se les rehúsa el derecho de juzgar los casos en los que está implicada la cuestión de la vida y de la muerte eternas. Esto no se refiere a la muerte natural tal como ésta prevalece en Urantia, pero si la cuestión del derecho a la existencia continuada, a la vida eterna, ha de ser juzgada, tiene que remitirse a los tribunales de Orvonton, y si el fallo es desfavorable para el individuo, todas las sentencias de extinción se ejecutan bajo las órdenes, y a través de los agentes, de los dirigentes del supergobierno.  (t. sevillana)


(372.8) 33:7.4 1. La administración del universo local se ocupa de la creación, la evolución, el sostenimiento y el ministerio. Por consiguiente, los tribunales del universo no tienen el derecho de dictar sentencia sobre aquellos casos que involucran el tema de la vida eterna y la muerte. Esto no se refiere a la muerte natural como existe en Urantia, pero si el tema del derecho de existencia continuada y vida eterna surge en un fallo, el caso debe ser referido a los tribunales de Orvonton, y si éstos fallan en contra del individuo, todas las sentencias de extinción son ejecutadas por orden de las autoridades del supergobierno y a través de sus agencias. (t. latinoamericana)


jueves, 30 de agosto de 2012

NUEVO LIBRO: LA RELIGIÓN DEL ESPÍRITU: UNA LECTURA EN POSITIVO DE LAS INCONGRUENCIAS DE LA BIBLIA





https://www.createspace.com/3869013

También está en Amazon y en Kindle (e-book).

Cualquier beneficio se donará a la traducción al turco del Libro de Urantia.

Os incluyo la introducción y el indice.

1.   INTRODUCCIÓN: LA RELIGIÓN DEL ESPÍRITU


La religión del espíritu es un modo de percibir y vivir una religión no excluyente, tal como la experimentó Jesucristo, y leer las Escrituras desde la revelación amorosa del Padre que él nos hizo. Es un intento de volver a las enseñanzas sin adulterar del Maestro, el autor de nuestra fe. No se trata de predicar ACERCA de Jesús, como lo hacen las iglesias cristianas, sino de vivir la religión DE Jesús. En el entusiasmo de Pentecostés, Pedro, de forma no intencionada, fundó una nueva religión, la religión del Cristo resucitado y glorificado. El Apóstol Pablo a su vez transformó este evangelio en lo que llamamos cristianismo, una religión que daba cuerpo a sus propias convicciones religiosas y que describía su experiencia personal con el Jesús que encontró en su camino a Damasco. Poco se iba a imaginar que sus palabras iban a ser consideradas “Palabra de Dios.”

Las enseñanzas de Jesús prácticamente fracasaron en el mundo judío, pero captaron rápidamente en el mundo romano y triunfaron sobre los cultos de misterio y las religiones filosóficas. Esto se debió al esfuerzo de Pablo, a la helenización del cristianismo, a su acercamiento al mitraísmo –la religión dominante en Tarso durante la niñez de este apóstol—  y por supuesto a su mensaje de salvación. Los cristianos tuvieron que hacer algunas concesiones al paganismo que resultaron en la conversión del emperador Constantino y en la proclamación del cristianismo como religión oficial. Para ello adoptaron algunas prácticas rituales de los paganos, aunque, al mismo tiempo, obligaron a estos a aceptar la versión helenizada del cristianismo paulino.

Es cierto que estas concesiones se hicieron en un esfuerzo por salvar la religión de Jesús y tuvieron éxito, pero en cambio oscurecieron muchos de los verdaderos ideales del Maestro. Muchas de las grandes verdades que Jesús enseñó estuvieron a punto de perderse, aunque siguen ahí, latentes, adormecidas, en la versión paulina de la vida y las enseñanzas del Maestro. No obstante, a pesar de ello los cristianos lograron mostrar al mundo una moral humana más elevada, ampliaron el concepto de Dios, ofrecieron la esperanza de la inmortalidad y dieron a conocer a Jesús a  todas las almas sedientas.

El evangelio del Reino ha de fundarse en la experiencia religiosa personal de Jesús de Galilea, en la religión del espíritu, en la religión de la experiencia personal de Dios tal como la vivió Jesús. Y su religión es la búsqueda incansable de la voluntad del Padre y de la hermandad de hombres y mujeres. Hoy, sin embargo, es necesario reiterar que el cristianismo está basado casi exclusivamente en la experiencia del apóstol Pablo. Casi todo el Nuevo Testamento (NT) refleja su teología con algún eco muy desafortunado en la interpretación del Antiguo Testamento (AT).

No quiero decir con ello que la aportación de este incansable luchador de la buena nueva desmerezca en absoluto del extraordinario testimonio que representa el NT, pero sí conlleva pobreza conceptual y vivencial en cuanto a la representación del verdadero Jesús. Y es el testimonio de la vida de Cristo, de su experiencia de un Dios de amor, lo que nos debe guiar también para descubrir al verdadero Dios tras la letra no solo del NT sino del AT.

La religión del espíritu es la religión de la realidad de la experiencia religiosa y conlleva lealtad, progreso, determinación, conflicto, lucha, fe y amor, no la relativa pasividad en la que se asientan hoy las religiones establecidas con sus fosilizados credos. La religión del espíritu entraña incertidumbre de la persona que se embarca en la aventura de la fe, en los océanos de la verdad sin explorar, en la incesante búsqueda de orillas lejanas de las realidades espirituales.

Este libro es, pues, un acercamiento a las Escrituras desde la religión del espíritu al igual que un acercamiento a la religión del espíritu desde las Escrituras— intentando dar una respuesta positiva y esperanzadora a sus incongruencias y múltiples contradicciones. Al hacer esto, acudiremos a textos canónicos y no canónicos, al mismo tiempo que a las aportaciones de otros pensadores que buscan o han buscado esta misma verdad. Pero no podemos perder la perspectiva de que cada ser humano hace su propia interpretación, a través de sus propias vivencias, de los impulsos divinos que emanan del espíritu de Dios que mora en su interior. Y, por tanto, dicha interpretación es única y completamente diferente a la filosofía religiosa de cualquier otro ser humano.

Es cierto que vamos a encontrar muchos sinsentidos en la Biblia. Pero me gustaría aclarar que mi crítica de esta no significa cuestionar a Dios, sino al texto escrito que se atribuye equivocadamente a su “Palabra”. La Biblia, redactada por seres humanos con mayor o menor inspiración —no dudo de la sinceridad de mente y corazón de sus autores originales—, ha sufrido miles de alteraciones, deliberadas o no, a través de los siglos y en muchas ocasiones no describe ni la naturaleza de Dios Padre ni el propósito de su Revelación, sino que los desvirtúa y desfigura.

Mi intención y propuesta, desde la religión del espíritu, y, por tanto, huyendo de literalistas y fundamentalistas, defensores a ultranza de la inerrancia de la Biblia, es leer las Escrituras de forma positiva. Estos pasajes nos pueden ayudar a dar un primer paso:

Crea en mí oh Dios un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Sal 51, 10)[1]

El Señor es mi pastor; nada me faltará.  (Sal 23)

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (Mc 12, 29-31)

Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, que sostiene tu diestra, que te dice: “No temas, yo te ayudaré”. (Is 41, 13)

No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.  (Is 2, 3)

Y cuando nos acerquemos a la vida religiosa de Jesús, hay que considerarle de forma positiva. Más que remarcar su falta de pecado centrémonos en su rectitud, en su servicio amoroso. Jesús superó el amor pasivo que impartía la religión hebrea del concepto del Padre celestial, y se dejó llevar por el afecto más elevado y mucho más activo y amoroso de un Dios que es el Padre de todo ser, incluso del transgresor.


ÍNDICE 









































































































 



[1]Las citas bíblicas de este libro corresponden a la versión de Reina Valera (1995).