jueves, 27 de diciembre de 2012

ESCRITO 36: UN PÁRRAFO QUE RETA A LA INTELIGENCIA


397,11 El número diez —el sistema decimal— es consustancial al universo físico[i], aunque no al espiritual[ii]. El ámbito de la vida[iii] se caracteriza por tres, siete y doce o por múltiplos y combinaciones[iv] de estos números básicos[v]. Existen tres planificaciones[vi] de la vida que son primordiales y esencialmente diferentes, según el orden de las tres Fuentes y Centros del Paraíso, y, en el universo de Nebadón, estas tres formas elementales de la vida se segregan en tres tipos diferentes de planetas[vii]. Había, originariamente, doce conceptos divinos[viii] distintos de la vida transmisible[ix]. Este número doce, con sus divisores y múltiplos, está presente en todos los modelos básicos de la vida de la totalidad de los siete universos globales[x]. También hay siete tipos arquitecturales[xi] concernientes al diseño de la vida, o distribuciones fundamentales de la configuración reproductiva de la materia viva. Los modelos de la vida de Orvontón se configuran en doce portadores de la herencia. Los distintos órdenes de criaturas volitivas se configuran según los números 12, 24, 48, 96, 192, 384 y 768. En Urantia existen cuarenta y ocho unidades rectoras del modelo de la vida —o rasgos determinantes—[xii] en las células sexuales de la reproducción humana[xiii].



[i] Resulta un misterio el hecho de que el universo físico esté basado en el sistema decimal. Esto ha de tener relación con la estructura fundamental matemática de la materia que hoy en día se investiga y, por tanto, del universo. No obstante se nos dice que a pesar de la constitución decimal consustancial a la energía, a la materia y a la creación material de los universos físicos del tiempo y del espacio, la premateria tiene una organización electrónica séptuple (479,6-7, 480,1). Hay algunas referencias a estos hechos y al sistema decimal. Leemos por ejemplo que “La configuración de la materia se asemeja a la del sistema solar (477,3)”, que “cada décimo mundo es un planeta decimal o experimental” (447,3) o que los “Los universos locales se crean siguiendo el sistema decimal” (477,7).
[ii] Parece referirse al universo central y divino. Más adelante se nos dice que mientras que el sistema decimal es inherente al universo físico, el sistema heptal, o en base siete, es fundamental en el universo central y en el sistema espiritual de las transmisiones inherentes del carácter (479,7).
[iii] Para entender bien lo que los reveladores quieren decir respecto al ámbito de la vida, se hace necesario añadir que a través de los portadores de vida, que transmiten la chispa vital de espíritu, los modelos inertes de la materia se convierten en materia viva (399,5). Al impartir esta chispa de la vida, se da comienzo a mociones de rotación de la materia según unas especificaciones físicas, químicas y eléctricas. Los portadores catalizan los elementos del orden material (399,7).  Este sintagma nominal se repite una vez más en los escritos refiriéndose a los transformadores de la energía: “Pero únicamente tratan con las energías físicas y semimateriales, no actúan directamente en el ámbito de la vida ni tampoco cambian las formas de los seres vivos” (326,6). También se nos dice que “Estos niveles de vida eficiente [verdad, belleza, bondad] se originan mediante la unificación de los sistemas de la energía, de los sistemas de las ideas y los sistemas del espíritu” (43,4). Ver también referencias en 204,3; 374.4; 376,2; y 399,6. En esta última cita se habla de la “chispa vital” (el misterio de la vida), “que vivifica el cuerpo y augura la llegada de la mente”. De hecho el modelo “puede proyectarse como material, espiritual, mental o cualquier combinación de estas energías” (10,2). Así pues, el ámbito de la vida parece estar caracterizado por las energías material, mental y espiritual. Es la chispa vital del espíritu la que vivifica la materia y trae consigo el advenimiento de la mente y del espíritu. 
[iv] Como ilustración, algunos múltiplos del 3 son el 3, el 6 o el 12; del 7, el 7, el 14 o 21; del 12, el 12, 24 o el 36. En cuanto a las combinaciones, observamos, por ejemplo, que el resultado de la combinación de tres elementos es el 7, número que con tanta insistencia se repite en el libro de Urantia (Dios séptuplo, siete universos, siete espíritus mayores, etc.), y que es consecuencia de la combinación de las características divinas de las tres Personas, el Padre, el Hijo Eterno y del Espíritu Infinito (200,5). 
[v] O sea, si el sistema en base 10 caracteriza a la materia inerte, en los universos físicos, en el ámbito de la vida, a raíz de las trasformaciones que los portadores realizan en esta materia sin vida, los sistemas pertinentes son en base 3, 7 y 12 y sus múltiplos y combinaciones. Vemos entonces que hay tres fuentes y centros y tres formas elementales de la vida junto con tres tipos diferenciados de planetas. En el ámbito de la vida transmisible, se habla también de doce conceptos originarios divinos y distintos; este número, con sus divisores y múltiplos, está presente en todos los modelos básicos de la vida de los siete universos globales. Son siete los tipos arquitecturales del diseño de la vida. Son doce los portadores de la herencia de los modelos de la vida de Orvontón. Los distintos órdenes de vida volitiva se configuran en siete grupos según los números  12, 24, 48, 96, 192, 384 y 768, múltiplos de 12, relativos a las unidades rectoras del modelo de la vida —o rasgos determinantes— como se deducen de la siguiente oración. La vida en Urantia tiene cuarenta y ocho de estos rasgos determinantes. En mi opinión, los términos “configuración reproductiva”, “portadores de la herencia” y “unidades rectoras” o “rasgos determinantes” son sinónimos.  
[vi] Si observamos, a estas “planificaciones” primordiales y esencialmente diferentes se les denomina “formas elementales de la vida”. Mi impresión es que estas tres formas elementales de la vida son modelos, basados en los sistemas de energía material, mental y espiritual. En el Prólogo leemos que  “las formas del ser personal o de la identidad son modelos resultantes de la energía (física, espiritual o mental)” (10,4). Ver también 403,7. Observamos que dichas formas primordiales están basadas en el orden, en el patrón o naturaleza de las tres Fuentes y Centros del Paraíso, que como sabemos rigen las manifestaciones de las energías material, mental y espiritual [Ver, por ejemplo, 24,7-8; 47,3; 131,4]. Como se explica más adelante, los portadores diseñan los modelos de la vida una vez que han organizado los sistemas de energía (404,1). Tras esto, el Espíritu de Dios imparte, confiere u otorga “el aliento de la vida”, o “chispa de la vida”. Y como leemos más adelante, la vida, como tal, conlleva la animación de un sistema de energías —material, mental o espiritual—” configurado en un modelo o segregado de alguna manera” (404,4).
[vii] Resulta complicado saber en qué tres tipos de planetas de Nebadón se segregan estas tres formas elementales de vida. El verbo “segregar” —usado en genética—, se usa más adelante, en un párrafo anteriormente mencionado (404,4), en el que se habla de que la vida, conlleva la animación de un sistema de energías —material, mental o espiritual—” configurado en un modelo o segregado de alguna manera”. Creo que el adjetivo “segregado” no tiene por qué negar el hecho de una combinación y si tenemos en cuenta, el énfasis de los escritos en nuestro camino de ascensión, la idea de que se refiera a mundos o entornos materiales, morontiales y espirituales resultaría coherente. El ámbito de la vida existe dentro de estas diferentes fases de la existencia.
[viii] La idea de “concepto” en este contexto parece estar relacionada con el significado que tiene en los párrafos 235,1 y 366,1 referidos al hijo creador de nuestro local: modelo o patrón (divino). Pero si en el caso de este hijo creador observamos que este modelo procede del Padre Universal y el Hijo Eterno, no sabemos qué combinación de personas divinas dan forma a estos doce conceptos.   
[ix] Vemos que ahora el párrafo empieza a discurrir por cuestiones genéticas.
[x] En los escritos se nos habla de que el número doce, probablemente refiriéndose a lo que más adelante se llaman rasgos determinantes, entre otros sinónimos, de los distintos modelos o patrones básicos de la vida de los universos globales; no obstante, parece, tal como también se indica con el adverbio “originariamente”, que dentro de cada universo global, los conceptos divinos se alteran y hay diferentes variaciones de este modelo de la vida. En el párrafo 661,3 se hace referencia, por ejemplo, al modelo de la vida de Satania (nuestro sistema) del tipo del de Nebadón (nuestro universo local). También se dice que “en cada sistema hay un modelo estándar y básico de vida vegetal y animal (560,7) y que  “los portadores de vida se ven a menudo en la necesidad de modificar estos modelos básicos para adaptarlos a la variabilidad de las condiciones físicas con las que se enfrentan en numerosos mundos del espacio” (560,7). Hay, por ejemplo, siete tipos físicos —atmosféricos (nosotros), elementales, gravitatorios, térmicos, eléctricos, energizadores y los innominados— al igual que miles y miles variantes menores de ellos (560,7-561,7). Cada uno de estos modelos de la vida varía en su respuesta a los asistentes de la mente (398,5).
[xi] Se han relacionado estos siete tipos arquitecturales del diseño de la vida con los siete universos globales haciéndose la distinción entre “arquitectural” y “evolutivo” (Ver nota al párrafo 358,2). Y aunque esta distinción se pueda aplicar, creo, no obstante, por la estructura del párrafo, que estos siete tipos aluden a los siete grupos, múltiplos de 12, que se mencionan más adelante (12, 24, 48, 96, 192, 384 y 768). En realidad, la vida evolutiva no puede comenzar a menos que se hayan establecido estos diseños arquitecturales.      
[xii] Se piensa que esas cuarenta y ocho unidades de control del modelo o rasgos determinantes de las células sexuales o reproductoras son los que denominamos hoy en día cromosomas —formados por una molécula de ADN (en realidad dos cadenas de ADN repetidas que forman un espiral y se mantienen unidas)—, que, según los escritos, sumarían 24 en el óvulo y 24 en cada espermatozoide. Sin embargo, de acuerdo con la ciencia actual, hay de hecho solamente 23 cromosomas en cada célula —incluyendo un par de cromosomas sexuales XX para la mujer y XY para el hombre— y, cuando, se fecundan cada una de las células germinativas o gametos proporcionará la información respectiva. En realidad, el ser humano tiene en total 46 cromosomas formado en 23 pares. Hasta 1956, un año antes de la publicación del libro de Urantia, cuya redacción tomo más de cuarenta años, se pensaba que el número de cromosomas era de 48 en cada célula humana. Según estos datos, el libro parece contradecir la ciencia de hoy. Sin embargo, se cree, por un lado, que los reveladores no querían proporcionar información prematura o no ganada (1109,1) y, por otro, que, al mencionarse el término “cromosoma” en un siguiente escrito (857,2), querían hacer una distinción entre unidades rectoras del modelo de la vida (o rasgos determinantes) y cromosomas. Me inclino por esta distinción ya que si la aseveración de 48 rasgos determinantes fuese errónea se vendrían abajo todos los conceptos genéticos fundamentales expresados en este párrafo: el número 46, rompería la secuencia doble antes indicada con importantes consecuencias para las enseñanzas científicas del libro.
[xiii] El párrafo hacer referencia a los seres humanos, pero es interesante añadir que el cariotipo (o patrón cromosómico) en los grandes monos sí es de 48 cromosomas por lo que se cree que el cromosoma 2 de los humanos se formó por una fusión de cromosomas hereditarios, reduciendo así el número de estos. 






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