397,11 El número diez —el
sistema decimal— es consustancial al universo físico[i],
aunque no al espiritual[ii].
El ámbito de la vida[iii] se caracteriza por tres,
siete y doce o por múltiplos y combinaciones[iv]
de estos números básicos[v].
Existen tres planificaciones[vi]
de la vida que son primordiales y esencialmente diferentes, según el orden de
las tres Fuentes y Centros del Paraíso, y, en el universo de Nebadón, estas
tres formas elementales de la vida se segregan en tres tipos diferentes de
planetas[vii].
Había, originariamente, doce conceptos divinos[viii]
distintos de la vida transmisible[ix].
Este número doce, con sus divisores y múltiplos, está presente en todos los
modelos básicos de la vida de la totalidad de los siete universos globales[x].
También hay siete tipos arquitecturales[xi]
concernientes al diseño de la vida, o distribuciones fundamentales de la
configuración reproductiva de la materia viva. Los modelos de la vida de
Orvontón se configuran en doce portadores de la herencia. Los distintos órdenes
de criaturas volitivas se configuran según los números 12, 24, 48, 96, 192, 384
y 768. En Urantia existen cuarenta y ocho unidades rectoras del modelo de la
vida —o rasgos determinantes—[xii]
en las células sexuales de la reproducción humana[xiii].
[i] Resulta un misterio
el hecho de que el universo físico esté basado en el sistema decimal. Esto ha
de tener relación con la estructura fundamental matemática de la materia que
hoy en día se investiga y, por tanto, del universo. No obstante se nos dice que
a pesar de la constitución decimal consustancial a la energía, a la materia y a
la creación material de los universos físicos del tiempo y del espacio, la
premateria tiene una organización electrónica séptuple (479,6-7, 480,1). Hay
algunas referencias a estos hechos y al sistema decimal. Leemos por ejemplo que
“La configuración de la materia se asemeja a la del sistema solar (477,3)”, que
“cada décimo mundo es un planeta decimal o experimental” (447,3) o que los “Los
universos locales se crean siguiendo el sistema decimal” (477,7).
[ii] Parece referirse al universo central y divino. Más adelante se nos dice
que mientras que el sistema decimal es inherente al universo físico, el sistema
heptal, o en base siete, es fundamental en el universo central y en el sistema
espiritual de las transmisiones inherentes del carácter (479,7).
[iii] Para entender bien lo que los reveladores quieren decir respecto al ámbito
de la vida, se hace necesario añadir que a través de los portadores de vida,
que transmiten la chispa vital de espíritu, los modelos inertes de la materia
se convierten en materia viva (399,5). Al impartir esta chispa de la vida, se
da comienzo a mociones de rotación de la materia según unas especificaciones
físicas, químicas y eléctricas. Los portadores catalizan los elementos del
orden material (399,7). Este sintagma nominal se repite una vez más en
los escritos refiriéndose a los transformadores de la energía: “Pero únicamente
tratan con las energías físicas y semimateriales, no actúan directamente en el ámbito de la vida ni tampoco cambian las
formas de los seres vivos” (326,6). También se nos dice que “Estos niveles de
vida eficiente [verdad, belleza, bondad] se originan mediante la unificación de
los sistemas de la energía, de los sistemas de las ideas y los sistemas del
espíritu” (43,4). Ver también referencias en 204,3; 374.4;
376,2; y 399,6. En esta última cita se habla de la “chispa vital” (el misterio
de la vida), “que vivifica el cuerpo y augura la llegada de la mente”. De hecho
el modelo “puede proyectarse como material, espiritual, mental o
cualquier combinación de estas energías” (10,2). Así pues, el
ámbito de la vida parece estar caracterizado por las energías material, mental
y espiritual. Es la chispa vital del espíritu la que vivifica la materia y trae
consigo el advenimiento de la mente y del espíritu.
[iv] Como ilustración, algunos múltiplos del 3 son el 3, el 6 o el 12; del 7,
el 7, el 14 o 21; del 12, el 12, 24 o el 36. En cuanto a las combinaciones,
observamos, por ejemplo, que el resultado de la combinación de tres elementos
es el 7, número que con tanta insistencia se repite en el libro de Urantia
(Dios séptuplo, siete universos, siete espíritus mayores, etc.), y que es
consecuencia de la combinación de las características divinas de las tres
Personas, el Padre, el Hijo Eterno y del Espíritu Infinito (200,5).
[v] O sea, si el sistema en base 10 caracteriza a la materia inerte, en los
universos físicos, en el ámbito de la vida, a raíz de las trasformaciones que
los portadores realizan en esta materia sin vida, los sistemas pertinentes son
en base 3, 7 y 12 y sus múltiplos y combinaciones. Vemos entonces que hay tres fuentes y centros y tres formas elementales de la vida junto
con tres tipos diferenciados de
planetas. En el ámbito de la vida transmisible, se habla también de doce conceptos originarios divinos y
distintos; este número, con sus divisores y múltiplos, está presente en todos
los modelos básicos de la vida de los siete
universos globales. Son siete los
tipos arquitecturales del diseño de la vida. Son doce los portadores de la herencia de los modelos de la vida de
Orvontón. Los distintos órdenes de vida volitiva se configuran en siete grupos según los números 12, 24, 48, 96, 192, 384 y 768, múltiplos de
12, relativos a las unidades rectoras del modelo de la vida —o rasgos
determinantes— como se deducen de la siguiente oración. La vida en Urantia
tiene cuarenta y ocho de estos rasgos determinantes. En mi opinión, los
términos “configuración reproductiva”, “portadores de la herencia” y “unidades
rectoras” o “rasgos determinantes” son sinónimos.
[vi] Si observamos, a estas “planificaciones” primordiales y esencialmente
diferentes se les denomina “formas elementales de la vida”. Mi impresión es que
estas tres formas elementales de la vida son modelos, basados en los sistemas
de energía material, mental y espiritual. En el Prólogo leemos que “las formas del ser personal o de la
identidad son modelos resultantes de la energía (física, espiritual o mental)”
(10,4). Ver también 403,7. Observamos que dichas formas primordiales están
basadas en el orden, en el patrón o naturaleza de las tres Fuentes y Centros
del Paraíso, que como sabemos rigen las manifestaciones de las energías
material, mental y espiritual [Ver, por ejemplo, 24,7-8; 47,3; 131,4]. Como se
explica más adelante, los portadores diseñan los modelos de la vida una vez que
han organizado los sistemas de energía (404,1). Tras esto, el Espíritu de Dios
imparte, confiere u otorga “el aliento de la vida”, o “chispa de la vida”. Y
como leemos más adelante, la vida, como tal, conlleva la animación de un
sistema de energías —material, mental o espiritual—” configurado en un modelo o
segregado de alguna manera” (404,4).
[vii] Resulta complicado saber en qué tres tipos de planetas de Nebadón se
segregan estas tres formas elementales de vida. El verbo “segregar” —usado en genética—, se usa más adelante, en un párrafo anteriormente
mencionado (404,4), en el que se habla de que la vida, conlleva la
animación de un sistema de energías —material, mental o espiritual—”
configurado en un modelo o segregado de alguna manera”. Creo que el adjetivo
“segregado” no tiene por qué negar el hecho de una combinación y si tenemos en
cuenta, el énfasis de los escritos en nuestro camino de ascensión, la idea de
que se refiera a mundos o entornos materiales, morontiales y espirituales
resultaría coherente. El ámbito de la vida existe dentro de estas diferentes
fases de la existencia.
[viii] La idea de “concepto” en este contexto parece estar relacionada con el
significado que tiene en los párrafos 235,1 y 366,1 referidos al hijo creador
de nuestro local: modelo o patrón (divino). Pero si en el caso de este hijo
creador observamos que este modelo procede del Padre Universal y el Hijo Eterno,
no sabemos qué combinación de personas divinas dan forma a estos doce
conceptos.
[ix] Vemos que ahora el párrafo empieza a discurrir por cuestiones genéticas.
[x] En los escritos se nos habla de que el número doce, probablemente
refiriéndose a lo que más adelante se llaman rasgos determinantes, entre otros
sinónimos, de los distintos modelos o patrones básicos de la vida de los
universos globales; no obstante, parece, tal como también se indica con el
adverbio “originariamente”, que dentro de cada universo global, los conceptos
divinos se alteran y hay diferentes variaciones de este modelo de la vida. En
el párrafo 661,3 se hace referencia, por ejemplo, al modelo de la vida de
Satania (nuestro sistema) del tipo del de Nebadón (nuestro universo local). También
se dice que “en cada sistema hay un modelo estándar y básico de vida vegetal y
animal (560,7) y que “los portadores de
vida se ven a menudo en la necesidad de modificar estos modelos básicos para
adaptarlos a la variabilidad de las condiciones físicas con las que se
enfrentan en numerosos mundos del espacio” (560,7). Hay, por ejemplo, siete
tipos físicos —atmosféricos (nosotros), elementales, gravitatorios, térmicos,
eléctricos, energizadores y los innominados— al igual que miles y miles
variantes menores de ellos (560,7-561,7). Cada uno de estos modelos de la vida
varía en su respuesta a los asistentes de la mente (398,5).
[xi] Se han relacionado estos siete tipos arquitecturales del diseño de la vida
con los siete universos globales haciéndose la distinción entre “arquitectural”
y “evolutivo” (Ver nota al párrafo 358,2). Y aunque esta distinción se pueda
aplicar, creo, no obstante, por la estructura del párrafo, que estos siete
tipos aluden a los siete grupos, múltiplos de 12, que se mencionan más adelante
(12, 24, 48, 96, 192, 384 y 768). En realidad, la vida evolutiva no puede
comenzar a menos que se hayan establecido estos diseños arquitecturales.
[xii] Se piensa que esas cuarenta y ocho unidades de control del modelo o rasgos
determinantes de las células sexuales o reproductoras son los que denominamos
hoy en día cromosomas —formados por una molécula de ADN (en realidad dos
cadenas de ADN repetidas que forman un espiral y se mantienen unidas)—, que,
según los escritos, sumarían 24 en el óvulo y 24 en cada espermatozoide. Sin
embargo, de acuerdo con la ciencia actual, hay de hecho solamente 23 cromosomas
en cada célula —incluyendo un par de cromosomas sexuales XX para la mujer y XY
para el hombre— y, cuando, se fecundan cada una de las células germinativas o
gametos proporcionará la información respectiva. En realidad, el ser humano
tiene en total 46 cromosomas formado en 23 pares. Hasta 1956, un año antes de
la publicación del libro de Urantia, cuya redacción tomo más de cuarenta años,
se pensaba que el número de cromosomas era de 48 en cada célula humana. Según
estos datos, el libro parece contradecir la ciencia de hoy. Sin embargo, se
cree, por un lado, que los reveladores no querían proporcionar información
prematura o no ganada (1109,1) y, por otro, que, al mencionarse el término
“cromosoma” en un siguiente escrito (857,2), querían hacer una distinción entre
unidades rectoras del modelo de la vida (o rasgos determinantes) y cromosomas.
Me inclino por esta distinción ya que si la aseveración de 48 rasgos
determinantes fuese errónea se vendrían abajo todos los conceptos genéticos
fundamentales expresados en este párrafo: el número 46, rompería la secuencia
doble antes indicada con importantes consecuencias para las enseñanzas
científicas del libro.
[xiii] El párrafo hacer referencia a los seres humanos, pero es interesante
añadir que el cariotipo (o patrón cromosómico) en los grandes monos sí es de 48
cromosomas por lo que se cree que el cromosoma 2 de los humanos se formó por
una fusión de cromosomas hereditarios, reduciendo así el número de estos.
se refiere a los cromosomas?
ResponderEliminarCon las explicaciones comprenderás mi punto de vista.
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