Cualquier beneficio se donará a la traducción al turco del Libro de Urantia.
Os incluyo la introducción y el indice.
1.
INTRODUCCIÓN: LA RELIGIÓN DEL
ESPÍRITU
La religión del espíritu es un modo de percibir y vivir una religión no
excluyente, tal como la experimentó Jesucristo, y leer las Escrituras desde la
revelación amorosa del Padre que él nos hizo. Es un intento de volver a las
enseñanzas sin adulterar del Maestro, el autor de nuestra fe. No se trata de
predicar ACERCA de Jesús, como lo hacen las iglesias cristianas, sino de vivir
la religión DE Jesús. En el entusiasmo de Pentecostés, Pedro, de forma no
intencionada, fundó una nueva religión, la religión del Cristo resucitado y
glorificado. El Apóstol Pablo a su vez transformó este evangelio en lo que
llamamos cristianismo, una religión que daba cuerpo a sus propias convicciones
religiosas y que describía su experiencia personal con el Jesús que encontró en
su camino a Damasco. Poco se iba a imaginar que sus palabras iban a ser
consideradas “Palabra de Dios.”
Las enseñanzas de Jesús prácticamente fracasaron en el mundo judío,
pero captaron rápidamente en el mundo romano y triunfaron sobre los cultos de
misterio y las religiones filosóficas. Esto se debió al esfuerzo de Pablo, a la
helenización del cristianismo, a su acercamiento al mitraísmo –la religión
dominante en Tarso durante la niñez de este apóstol— y por supuesto a su mensaje de salvación. Los
cristianos tuvieron que hacer algunas concesiones al paganismo que resultaron
en la conversión del emperador Constantino y en la proclamación del cristianismo
como religión oficial. Para ello adoptaron algunas prácticas rituales de los
paganos, aunque, al mismo tiempo, obligaron a estos a aceptar la versión
helenizada del cristianismo paulino.
Es cierto que estas concesiones se hicieron en un esfuerzo por salvar
la religión de Jesús y tuvieron éxito, pero en cambio oscurecieron muchos de
los verdaderos ideales del Maestro. Muchas de las grandes verdades que Jesús
enseñó estuvieron a punto de perderse, aunque siguen ahí, latentes,
adormecidas, en la versión paulina de la vida y las enseñanzas del Maestro. No
obstante, a pesar de ello los cristianos lograron mostrar al mundo una moral
humana más elevada, ampliaron el concepto de Dios, ofrecieron la esperanza de
la inmortalidad y dieron a conocer a Jesús a
todas las almas sedientas.
El evangelio del Reino ha de fundarse en la experiencia religiosa
personal de Jesús de Galilea, en la religión del espíritu, en la religión de la
experiencia personal de Dios tal como la vivió Jesús. Y su religión es la
búsqueda incansable de la voluntad del Padre y de la hermandad de hombres y
mujeres. Hoy, sin embargo, es necesario reiterar que el cristianismo está
basado casi exclusivamente en la experiencia del apóstol Pablo. Casi todo el Nuevo
Testamento (NT) refleja su teología con algún eco muy desafortunado en la
interpretación del Antiguo Testamento (AT).
No quiero decir con ello que la aportación de este incansable luchador
de la buena nueva desmerezca en absoluto del extraordinario testimonio que
representa el NT, pero sí conlleva pobreza conceptual y vivencial en cuanto a
la representación del verdadero Jesús. Y es el testimonio de la vida de Cristo,
de su experiencia de un Dios de amor, lo que nos debe guiar también para
descubrir al verdadero Dios tras la letra no solo del NT sino del AT.
La religión del espíritu es la religión de la realidad de la
experiencia religiosa y conlleva lealtad, progreso, determinación, conflicto,
lucha, fe y amor, no la relativa pasividad en la que se asientan hoy las
religiones establecidas con sus fosilizados credos. La religión del espíritu
entraña incertidumbre de la persona que se embarca en la aventura de la fe, en
los océanos de la verdad sin explorar, en la incesante búsqueda de orillas
lejanas de las realidades espirituales.
Este libro es, pues, un acercamiento a las Escrituras desde la religión
del espíritu —al
igual que un acercamiento a la religión del espíritu desde las Escrituras— intentando
dar una respuesta positiva y esperanzadora a sus incongruencias y múltiples
contradicciones. Al hacer esto, acudiremos a textos canónicos y no canónicos,
al mismo tiempo que a las aportaciones de otros pensadores que buscan o han
buscado esta misma verdad. Pero no podemos perder la perspectiva de que cada
ser humano hace su propia interpretación, a través de sus propias vivencias, de
los impulsos divinos que emanan del espíritu de Dios que mora en su interior.
Y, por tanto, dicha interpretación es única y completamente diferente a la
filosofía religiosa de cualquier otro ser humano.
Es cierto que vamos
a encontrar muchos sinsentidos en la Biblia. Pero me gustaría aclarar que mi
crítica de esta no significa cuestionar a Dios, sino al texto escrito que se
atribuye equivocadamente a su “Palabra”. La Biblia, redactada por seres humanos
con mayor o menor inspiración —no dudo de la sinceridad de mente y corazón de
sus autores originales—, ha sufrido miles de alteraciones, deliberadas o no, a
través de los siglos y en muchas ocasiones no describe ni la naturaleza de Dios
Padre ni el propósito de su Revelación, sino que los desvirtúa y desfigura.
Mi intención y propuesta,
desde la religión del espíritu, y, por tanto, huyendo de literalistas y
fundamentalistas, defensores a ultranza de la inerrancia de la Biblia, es leer
las Escrituras de forma positiva. Estos pasajes nos pueden ayudar a dar un
primer paso:
Crea en mí oh Dios un corazón limpio y
renueva un espíritu recto dentro de mí. (Sal 51, 10)[1]
El Señor es mi pastor; nada me
faltará. (Sal 23)
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Mc 12, 29-31)
Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, que
sostiene tu diestra, que te dice: “No temas, yo te ayudaré”. (Is 41, 13)
No alzará espada nación contra nación, ni
se adiestrarán más para la guerra. (Is 2,
3)
Y cuando nos acerquemos a la vida religiosa de Jesús, hay que considerarle
de forma positiva. Más que remarcar su falta de pecado centrémonos en su
rectitud, en su servicio amoroso. Jesús superó el amor pasivo que impartía la
religión hebrea del concepto del Padre celestial, y se dejó llevar por el
afecto más elevado y mucho más activo y amoroso de un Dios que es el Padre de
todo ser, incluso del transgresor.
ÍNDICE
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