Quería ilustrar con este breve texto dos ideas: la primera, la conexión entre la Biblia y Los escritos de Urantia y, la segunda, el uso, en general, de "multitudes" en lugar de "huestes".
Las multitudes angélica expulsando a Lucifer y a sus ángeles
Los videntes de todos los tiempos, una vez elevados en éxtasis, habiendo podido contemplar las maravillas de los cielos, están todos de acuerdo en señalar las multitudes de ángeles que componen el ejército celeste. Job dirá: «A Dios pertenecen el imperio del mundo y la potencia formidable... sus ejércitos no son ellos innumerables ». (Job 25, 2-3.)
misma indicación dada por David, en el salmo 68, 18: «Las carrozas de Dios se cuentan por veinte mil, por miles de miles ».
Lo mismo, podemos de nuevo leer en Daniel 7,10: «Cien mil ángeles servían al Anciano de los días y miríadas de miríadas estaban delante de él».
Nosotros tenemos ya registrada la Palabra de Jesús al momento de su arresto ; si él hubiese querido ser liberado, él no habría tenido mas que invocar la asistencia de su Padre quien le hubiera «dado tantos más de doce legiones de ángeles». (Como en esta época una legión estaba compuesta de alrededor de seis mil hombres, eso hacía ya un ejército de setenta y dos mil ángeles.)
Al nacimiento de Jesús, sabemos que una multitud del ejército celeste alababa a Dios. (Luc 2,13.)
En su Epístola a los Hebreos, San Pablo dijo a sus fieles : «Ustedes se han aproximado a la montaña de Sión, ciudad del Dios viviente, Jerusalén celeste, donde se encuentran miríadas de ángeles». (Héb. 12,22.)
Volvamos de nuevo una vez mas al testimonio de Juan puesto en éxtasis : «Yo escuché las voces de una multitud de ángeles. Había miríadas de miríadas, miles de millares ». (Apo. 5,11.)
Y estas visiones revelando la multitud de los ejércitos celestes no conciernen solamente los fieles de los tiempos apostólicos, pero ellas son de nuevo producidas todo a lo largo de las edades hasta nuestros días. Mencionamos esta visión de Ángela de Foglino puesta en éxtasis : «Yo vi a Jesús Cristo descender del cielo rodeado de innumerables tropas llameantes... su número era tal que el ojo y el Espíritu se perdían.»
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