No solamente leemos palabras de inspiración sobre Jesús en los Escritos de Urantia....
Eusebio de Cesárea (275-339), en su Historia
Eclesiástica[1], mencionando a Isaías y el
evangelio de Juan, nos habla de forma admirable de la preexistencia de Jesús:
Ningún tratado sería suficiente para exponer el linaje, la dignidad, la
esencia y la naturaleza de Cristo; por esto el Espíritu divino dice en su
profecía: “Su generación, ¿quién la contará?[2]”
Porque nadie conoció al Padre, sino el Hijo, ni nunca nadie conoció al Hijo
debidamente, sino solamente el Padre que lo engendró.
¿Quién, excepto el Padre, hubiera sido capaz de considerar con pureza
la luz previa al mundo, la sabiduría inteligente y real antes de los siglos, el
Verbo vivo que es Dios y se encuentra desde el principio con el Padre, el
primero y único Hijo de Dios, anterior a toda creación y producción de todas
las cosas tanto visibles como invisibles, el capitán del ejército espiritual e
inmortal del cielo, el ángel consejero, el servidor del Padre en su plan
inefable, el hacedor de todas las cosas con el Padre, la causa segunda del
universo después del Padre, el verdadero y unigénito hijo de Dios, el Señor, el
Dios y el Rey de toda criatura, que ha recibido del Padre la soberanía, la
supremacía, la propia divinidad, el poder y el honor? Porque acerca de su
divinidad en las Escrituras leemos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las
cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Libro II, 2-3)
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