Muchas veces leeemos que el modelador, esa parte de Dios que habita en nosotros, vive en nuestro corazón:
31,6 En el universo, el ser personal, como concepto superior,
significa identidad, conciencia de sí mismo, volición y posibilidad de
revelarse a sí mismo. Y estas características conllevan además la coparticipación
con seres personales diferentes e iguales, tal como la que existe en las
relaciones que se dan, como seres personales, en las deidades del Paraíso. Y la
unidad absoluta de estas relaciones es tan perfecta que la divinidad se conoce
por su indivisibilidad, por su unidad. “El Señor Dios uno es” [1]. La indivisibilidad de su persona no interfiere con el hecho de que Dios
otorgue su espíritu para que viva en el corazón de los hombres mortales. La
indivisibilidad del ser personal de un padre humano no impide que los hijos e
hijas mortales se reproduzcan.
33,3 A pesar de nuestro empeño por ampliar y espiritualizar
el concepto humano de Dios, nos vemos tremendamente coartados por las limitadas
facultades de la mente humana. A pesar de nuestro afán por describir valores
divinos y exponer contenidos espirituales conforme a la mente finita y material
del hombre, nos vemos de igual manera seriamente condicionados en el
cumplimiento de nuestro cometido por las limitaciones del lenguaje y por la
escasez de material en que basar nuestras ilustraciones o comparaciones. Todos
nuestros esfuerzos por ampliar el concepto humano de Dios serían prácticamente
vanos si no fuera por el hecho de que la mente humana está habitada por el
modelador que el Padre Universal otorga y está infundida del Espíritu de la
Verdad del hijo creador. Contando, por consiguiente, con la presencia de estos
espíritus divinos en el corazón del hombre para que le asistan en la ampliación
del concepto de Dios, emprendo, con alegría, el cumplimiento de mi mandato e
intento realizar una descripción ampliada de la naturaleza de Dios conforme a
la mente del hombre.
46,1 El espíritu del Padre Universal, presente en todas
partes, obra en coordinación con la presencia del espíritu universal del Hijo
Eterno y con el potencial divino y perpetuo del Absoluto Deificado. Pero ni la
actividad espiritual del Hijo Eterno y de sus hijos del Paraíso ni las dádivas
de mente que el Espíritu Infinito otorga parecen excluir la acción directa de
los modeladores del pensamiento, de esas fracciones de Dios que moran en el
corazón de los hijos de la creación.
Otras veces, sin embargo, se nos dice que moran en nuestra mente:
17,2 Somos plenamente
conscientes de las dificultades de nuestro cometido; reconocemos la
imposibilidad de traducir del todo el lenguaje de los conceptos de la divinidad
y de la eternidad a los símbolos del lenguaje de los conceptos finitos de la
mente humana. Pero sabemos que en la mente humana mora una fracción de Dios, y
que con el alma humana reside el Espíritu de la Verdad; también sabemos que
tales fuerzas espirituales se aúnan para hacer posible que el hombre material
alcance a comprender la realidad de los valores espirituales y la filosofía de
los contenidos del universo. Además sabemos, incluso con mayor certeza, que
estos espíritus de la Presencia Divina son capaces de asistir al hombre a entender
espiritualmente toda verdad que contribuya a ampliar la realidad, siempre en
progreso, de la vivencia religiosa personal —de la conciencia de Dios—.
8,9 3. El espíritu: Es el ser divino que mora
en la mente del hombre, el modelador del pensamiento. Este espíritu inmortal es
prepersonal—no es un ser personal— aunque esté destinado a ser parte del ser
personal de la criatura mortal que sobrevive.
26,3 Es tal la infinitud de la perfección de Dios que hace de
él un misterio para la eternidad. Y el más grande de todos los misterios
impenetrables de Dios es el prodigio de su morada divina en la mente humana. La
manera en que reside el Padre Universal en las criaturas del tiempo es el más
profundo de todos los misterios del universo; la presencia divina en la mente
del hombre es el misterio de los misterios.
Parece que nos encontramos con algún tipo de discrepancia. Hoy en día, sin embargo, se cree que el corazón es inteligente y que está íntimamente interrelacionado con la mente. Quizás pueda estar ahí la respuesta. Hay muchos artículos al respecto; este puede dar una idea de lo que estoy diciendo:
[1] Dt
4,35,39, 6,4; 1 S 2,2; 2 R 19,19; Neh 9,6; Sal 86,10; Is 37,16; 44,6,8;
45,5,6,21; Mc 12,29,32; Jn 7,3; Ro 3,30;
1 Co 8,4,6; Gál 3,20; Ef 4,6; 1 Ti 2,5; Stg 2,19.
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